miércoles, 7 de agosto de 2019

"La fuerza del centro vacío" Bert Hellinger

“El movimiento sanador comienza con la unión con nuestra madre. Por esa razón aquello que se percibía como disyuntivo, aquello que nos separaba de nuestra madre, vuelve a unirse.”
Bert Hellinger

La fuerza del centro vacío
La epistemología fenomenológica en Psicoterapia

El tema de mi ponencia es: La fuerza del centro vacío – La epistemología fenomenológica en Psicoterapia. Hace ya años, describí en varias historias el significado de estos términos. Para empezar, les contaré una de ellas. Se titula: El entendimiento

Iglesia  del Calvario, una que le gustaba a Mamá
Un hombre quiere saberlo, por fin. Se monta en su bicicleta, se va al campo abierto y, lejos de lo habitual, encuentra otro sendero. Ahí no hay indicaciones, y así se fía de lo que con sus ojos ve delante de sí, y de lo que su paso puede recorrer. Le impele una cierta alegría de descubrir, y lo que antes más bien era un presentimiento para él, ahora se torna certeza. Pero después, el sendero termina a orillas de un río ancho, y el hombre baja de su bicicleta. Sabe que si aún quiere seguir más allá, tendrá que dejar en la orilla todo lo que lleva encima. Entonces perderá su terreno firme y será llevado e impulsado por una fuerza que puede más que él, de manera que tendrá que confiarse a ella. Y por eso vacila y retrocede.

Al dirigirse de nuevo hacia su casa, se da cuenta de que sólo sabe poco de las cosas que ayudan, y que le es difícil de transmitir a otros. Demasiadas veces le ha pasado lo de un hombre que sigue a otra bicicleta, cuyo guardabarros golpetea.

Le grita: -¡Eh, tú! ¡Tu guardabarros golpetea! -¿Qué? -¡Tu guardabarros golpetea! -¡No te entiendo! -responde el otro- ¡Mi guardabarros golpetea! ‘Algo ha ido mal aquí', piensa. Luego pisa el freno y da la vuelta.

Poco después, pregunta a un maestro anciano: -¿Cómo haces tú, cuando ayudas a otros? Muchas veces vienen a verte personas, pidiéndote consejo en asuntos de los que sólo sabes poco. Pero después se encuentran mejor.

El maestro le dice: -No depende del saber, si uno se para en el camino, y no quiere seguir adelante. Porque busca seguridad, donde se pide valor, y libertad, donde la verdad ya no le deja elección. Y así va dando vueltas. El maestro, sin embargo, resiste al pretexto y a la apariencia. Busca el centro, y allí recogido espera -como uno que extiende las velas ante el viento-, si acaso le alcanza una palabra eficaz. El otro, al acercarse a él, lo encuentra allí donde él mismo tiene que llegar, y la respuesta es para ambos. Ambos son oyentes.

Y aún añade: -El centro se distingue por su levedad. Epistemología científica y epistemología fenomenológica

Son dos los movimientos que llevan a la comprensión. El uno se extiende, pretendiendo abarcar lo desconocido hasta poseerlo y poder disponer de ello. De esta índole es el esfuerzo científico, y bien sabemos lo mucho que ha contribuido a cambiar, a asegurar y a enriquecer nuestro mundo y nuestra vida.

El segundo movimiento resulta cuando, aún durante el esfuerzo de tender nuestro pensar, nos paramos y, de algo concreto que podríamos captar, dirigimos la mirada a un conjunto. Es decir, la mirada está dispuesta a asimilar simultáneamente lo mucho que ante ella se extiende. Entregándonos a este movimiento, por ejemplo, ante un paisaje, o una tarea, o un problema, nos damos cuenta de cómo nuestra mirada a la vez se llena y se vacía. Ya que únicamente podemos exponernos a la plenitud y resistir su impacto prescindiendo de los detalles. Para ello nos detenemos en el movimiento que se lanza, retirándonos un poco hasta llegar a aquel vacío capaz de resistir la plenitud y la gran variedad.

Este movimiento que se detiene y después se retira, lo defino como fenomenológico. Éste nos conduce a otras comprensiones que el movimiento que se lanza hacia el entendimiento. Ambos, sin embargo, se complementan. Ya que también en el movimiento que se extiende hacia el entendimiento científico, a veces tenemos que detenernos para dirigir nuestra mirada de lo estrecho a lo amplio, y de lo próximo a lo lejano. Por otra parte, también la comprensión lograda mediante el procedimiento fenomenológico requiere la comprobación en lo individual y más próximo. El proceso

En el camino de la epistemología fenomenológica, la persona se expone a la gran variedad de fenómenos ante un determinado horizonte, sin seleccionar ni valorarlos. Así, pues, este camino del entendimiento requiere que la persona se vacíe, tanto en relación a las ideas que hasta ese momento albergaba, como también en relación a los movimientos interiores, sea a nivel emocional, voluntario o de juicios. Aquí, la atención está a la vez orientada y no orientada, centrada y vacía.

La actitud fenomenológica requiere una disposición atenta para actuar, pero sin pasar a la realización. Gracias a esta tensión, nuestra capacidad y nuestra disposición para la percepción se potencian extraordinariamente. Quien logra sostener esta tensión, al cabo de un tiempo experimenta como lo mucho que con su horizonte abarca, se va formando alrededor de un centro, y de repente descubre un contexto, quizás un orden, una verdad, o el paso que le lleva más allá. Esta comprensión viene de fuera, para así decirlo, se experimenta como un regalo y, por regla general, es limitada. Libre de intenciones

La primera premisa para la comprensión lograda de esta forma es una actitud desinteresada. Quien guarda intenciones, aborda la realidad con contenidos propios, pretendiendo, quizás, cambiarla de acuerdo con una imagen preconcebida, o influir y convencer a otros según esta imagen. Pero así actúa como si frente a la realidad se hallara en una posición superior, como si ella fuera el objeto para su sujeto, y no al revés, él el objeto de la realidad. Aquí se evidencia la renuncia que nos exige el desistir de nuestras intenciones, incluso de nuestras buenas intenciones. Aparte de que también la sensatez exige esta renuncia, ya que, como muestra la experiencia, aquello que obramos con buenas intenciones, e incluso con la mejor de las intenciones, frecuentemente sale mal. La intención no sustituye a la comprensión.

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