Los cumpleaños
El cumpleaños definitivo llegó cuando, después de nueve meses de intenso desarrollo en nuestra madre, sostenidos y nutridos por ella, tuvimos que salir de ese entorno protector, a un nuevo regazo, a la madre tierra. Divisamos la luz del mundo e hicimos la primera respiración profunda. Habíamos nacido.
Este cumpleaños fue el inicio público de nuestras vidas. Tuvo éxito gracias al esfuerzo y compromiso mayor de nuestra madre y de nosotros mismos. Por lo mismo, celebramos el aniversario cada año nuevamente, como nuestra fiesta más hermosa.
Si después de una larga preparación logramos algo decisivo y esto puede presentarse a la luz del día, también hablamos de un nacimiento. También celebramos estos aniversarios. Por ejemplo, los aniversarios de la liberación de un yugo al derrotar a un oponente y la paz que conllevó. Con ella comenzó para ambos lados, tanto para los vencedores como los vencidos, un momento de crecimiento, de apoyo mutuo. Lo más memorable para nosotros fue el final de la Segunda Guerra Mundial, cuando inició el nacimiento de la Europa Unida.
Estos son los procesos externos y al principio a menudo dolorosos comienzos de algo decididamente nuevo.
¿Miramos a nuestros padres de la misma manera? ¿Miramos más allá de ellos hacia las fuerzas creadoras que obraron antes y durante el alumbramiento? En el nacimiento de una nueva era de paz, ¿miramos a los muchos muertos que han sido el precio para este nacimiento? ¿Nos miramos también a nosotros mismos, lo que esta paz y su preservación nos han exigido de entrega y crecimiento personal? ¿Tomamos el resultado de este nacimiento como un continuo regalo eterno?
¿Hacia dónde miramos, ante todo, en estos cumpleaños?
¿Estamos mirando hacia atrás y contamos los años?
¿O miramos hacia delante, hacia el próximo nacimiento y traemos con él algo nuevo al mundo?
Por ejemplo, hijos propios, también aquí en entrega total.
Entonces, nuestros cumpleaños continúan y con ellos nuestra felicidad: una felicidad creciente.
