La esperanza
La esperanza nos mantiene con vida si no nos damos por vencidos. ¿Qué esperanza es esa que nos mantiene con vida? La esperanza en nuestra propia fuerza y en una guía que estamos dispuestos a seguir hasta las últimas consecuencias. La seguimos con nuestra vida porque queremos esa vida hasta el final y estamos dispuestos a entregar todo para salvarla.
¿Es esa esperanza nuestra esperanza? ¿Es esa esperanza la respuesta a otra voluntad que quiere llevar nuestra vida más allá de los límites que nuestro propio miedo le fija? Nuestra esperanza saca fuerzas de esa fuerza. En sintonía con esa fuerza nuestra esperanza se volverá irresistible y estará siempre satisfecha.
De ese modo ella le hace frente a las objeciones, vengan de donde vengan, de otros y especialmente cuando vienen de nosotros mismos. Esas objeciones vienen de los otros porque ellos mismos han renunciado a sus esperanzas. Por sobre todo, ellos han renunciado a la voluntad de luchar hasta el último aliento para ver realmente realizadas esas esperanzas.
Esa esperanza es la esperanza de la vida, de la vida plena, de la vida toda, ligada a la decisión de entregar lo último por ella, cueste lo que cueste.
Esa esperanza es amor a la vida, todo el amor a la vida toda.
¿Cuándo termina la esperanza? Cuando la depositamos en los otros, por ejemplo en los así llamados portadores de esperanza. Nosotros solamente podemos ver satisfecha nuestra propia esperanza, nunca la esperanza de los portadores de esperanza. Sólo con la esencia de nuestra esperanza seguiremos siendo uno con nosotros mismos.
Esa esperanza aparece, sobre todo, cuando la situación se torna peligrosa. Aquí ya no valen las excusas. Actuar se hace ineludible. Todo está preparado para la próxima necesaria intervención.
Esa intervención se convertirá en esperanza puesta en práctica. En la acción ella será el presente.
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