La importancia del "Camino de Santiago"
En principio es el Sendero, conocerlo caminando
La importancia del Camino de Santiago radica en los lazos religiosos, culturales y económicos establecidos en esta red de peregrinación.
Durante la Edad Media, el Camino de Santiago se convirtió en la principal ruta de peregrinación de Europa, adquiriendo gran importancia religiosa y cultural.
La ruta permitía que la cultura y el conocimiento, así como las técnicas de construcción de edificios y puentes, se difundieran por toda Europa.
El Camino de Santiago es también un viaje espiritual, lleno de enseñanzas y aprendizajes.
Camino de Santiago es la denominación que tiene un conjunto de rutas de peregrinación cristiana de origen medieval que se dirigen a la tumba de Santiago el Mayor, situada en la catedral de Santiago de Compostela (Galicia, España).
Nota 1 Históricamente se ha conocido como «Camino de Santiago» (hoy denominado «Camino de Santiago francés») al itinerario principal que, partiendo de los Pirineos occidentales, recorre España hasta llegar a la ciudad gallega; no obstante, actualmente el término se utiliza para referirse a todas las rutas jacobeas existentes. Se trata de un «camino sembrado de numerosas manifestaciones de fervor, de arrepentimiento, de hospitalidad, de arte y de cultura, que nos habla de manera elocuente de las raíces espirituales del Viejo Continente».
Santiago el Mayor fue uno de los principales apóstoles de Jesucristo y el primero de ellos en morir martirizado. La tradición cristiana indica que su cadáver fue trasladado a Hispania y depositado en una tumba situada en Gallaecia. Esta fue descubierta sobre el año 820 entre los restos de un asentamiento romano abandonado y sobre ella se construyó un templo que fue ampliado en los siglos siguientes hasta convertirse en la actual catedral.
El culto al apóstol se extendió pronto entre los cristianos peninsulares y fue proclamado por Alfonso II como patrón del reino de Asturias, consideración que mantuvo en las entidades políticas que le sucedieron. Igualmente, surgió la costumbre entre sus ejércitos de invocar su nombre antes de entrar en batalla.
La jacobea fue la última en aparecer dentro de las tres grandes peregrinaciones cristianas.
Un número creciente de personas la realizó durante la Edad Media por motivos de fe, al considerar que los restos del apóstol tenían una capacidad de intercesión ante Dios. Su popularidad se extendió entre los reinos europeos occidentales y gozó del apoyo tanto de las autoridades eclesiásticas y civiles como de personas particulares, quienes se implicaron en la creación de una infraestructura que ofreciese a los peregrinos alojamiento y asistencia.
Las autoridades, además, dictaron normas jurídicas para protegerlos mientras hacían su viaje. Durante su historia, ha experimentado dos grandes crisis: la primera fue en el siglo XVI debido a la tipología de quienes recorrían las rutas jacobeas y a la aparición de la teología protestante; la segunda la causó el proceso de secularización europeo iniciado tras la Revolución francesa y la pérdida de la infraestructura de alojamiento por las desamortizaciones del siglo XIX.
Esta crisis fue la más grave y llevó a su práctica desaparición en las décadas centrales del siglo XX, aunque durante la segunda mitad de esa centuria experimentó una notable recuperación tanto en popularidad como de infraestructura. Fruto de ella, el número de peregrinos que llegan a Santiago no ha parado de aumentar desde la década de 1990 y en 2019 alcanzó la cifra más alta desde que se tienen registros: 347 578 personas.1617
En esta segunda década del siglo XXI, la peregrinación jacobea atrae a hombres y mujeres por igual. Los extranjeros superan ligeramente a los nacionales y la mayoría emprende el viaje dentro de España, siendo un porcentaje pequeño aquellos que comienzan su camino más allá de los Pirineos. La motivación para el mayor número de ellos sigue siendo de tipo espiritual, aunque es importante la cifra de los que la realizan por motivos lúdico-deportivos. Dentro del cristianismo, es aceptada por parte de la teología protestante que la había rechazado desde el siglo XVI y la amplia extensión de rutas jacobeas a lo largo de Europa ha hecho aparecer un nuevo tipo de peregrinación consistente en recorrer unos días el camino sin el objetivo final de llegar a Compostela (algo al alcance de pocos en áreas muy lejanas).
La primera ruta que siguieron los peregrinos fue la que partía de Oviedo, la capital de Asturias y que, a través de la montaña, llegaba a Lugo y continuaba hasta el Locus Sancti Iacobi. Con la expansión de los reinos cristianos hacia el sur, quedó bajo su control la antigua ruta romana que unía Burdeos con Astorga a través de Pamplona, Burgos y León. Esta fue la base sobre la que se desarrolló el trazado clásico del Camino de Santiago tras realizarse algunos cambios en su recorrido, principalmente para hacerlo pasar por zonas más pobladas.
Sobre esta ruta principal desembocaban otras que partían de diversas regiones dentro de la península y que, conforme avanzaba la Reconquista, fueron las que usaron los habitantes de los nuevos territorios bajo dominio cristiano. En la vecina Francia, por su parte, se desarrollaron cuatro itinerarios para llegar al Camino de Santiago. Estos partían de la capital París, de la desembocadura del Ródano, así como de las localidades de Vézelay y Le Puy, respectivamente. Las dos primeras serían las más utilizadas por quienes iniciaban su viaje más allá del reino francés durante su tránsito por el mismo. En estos países alejados, los peregrinos tomaban las principales vías comerciales que conducían a Francia porque tenían la mejor infraestructura.
Con la crisis de la peregrinación jacobea en los siglos XIX y XX se fue olvidando el uso de las antiguas rutas como vías para llegar a Santiago. Buena parte de ellas quedaron asfaltadas para su utilización por los vehículos, si bien algunos tramos conservaron su estado original al crearse otros alternativos más ventajosos. En la segunda mitad del siglo XX se comenzó a estudiar cuál había sido el itinerario original del camino y se determinaron las poblaciones por las que pasaba, de tal manera que —en 1965— se pudo editar una guía para hacer el viaje en coche desde los Pirineos hasta Compostela. Ya en los años 1980 se procuró adecuarlo para poder ser recorrido a pie y para ello se buscaron senderos que evitasen el peligroso uso de la carretera, labor esta realizada por voluntarios desinteresados entre los que destacó el párroco Elías Valiña. Igualmente, se habilitó una infraestructura de albergues para proporcionar alojamiento a los peregrinos durante el viaje.
El éxito experimentado desde los años 1990 ha llevado, también, a que se recuperen un gran número de rutas históricas por asociaciones de voluntarios, tanto en España como en los demás países europeos. De esta manera, para finales de la década de 2010 una extensa red de 286 caminos se encuentran catalogados y recorren un total de 80 000 km en 28 países.
El Camino de Santiago y la peregrinación jacobea que se realiza por él han sido, desde su surgimiento en la Edad Media, un notable lugar de encuentro e intercambio cultural entre la población de Europa.3 Se estima asimismo que han ayudado a generar lo que se podría denominar «conciencia común europea». Estos aspectos inmateriales, junto al conjunto de construcciones históricas relacionadas con él —iglesias, albergues, monasterios, puentes, etc.— que se ha conseguido conservar, han hecho que reciba importantes reconocimientos internacionales desde su recuperación en los años 1980.
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