jueves, 15 de abril de 2010

Aullando como la mujer salvaje de Clarissa Pinkola Estés


Aullar en el libro de Clarissa Pinkola Estés, es en solitario, de hecho los lobos lo hacen así sobre todo en luna llena, es un canto a la Luna sobre la cima de una montaña o cuesta arriba. En las tradiciones como bien dice ella (colectado en el libro Mujeres que corren con los lobos), también es llamada la huesera, la trapera, la loba, y en otras culturas, la bruja, la maga, la sacerdotisa, pero todas ellas se centran en el momento en que la mujer se aísla para sentir las lágrimas y cantar su canción de soledad.

Como mujeres, pasamos por ese estadio tal vez con más frecuencia de lo que nos gusta, algunas nos anestesiamos para no pasar por ahí, hasta que un día te alcanza y no te queda otro remedio que aullar, recoger tus huesos, juntarlos, lamerlos, y entregarlos a la luna llena, en un canto que emerge desde lo profundo de la psique femenina, que en algunas culturas son mantrams, que en el fondo llaman al Alma, tu alma, tu nombre, para recuperar tu carne, y llenar de alegrías tus huesos, para reconstruirte.

Algunas cuando decidimos pasar por ahí, implica actuar la decisión tomada desde hace siglos cuando comenzaste a recibir migajas a cambio de toda una entrega, lamiendo el piso, llevando la comida de tu boca para que otro se alimente y colocando la espalda para que otro te use de trampolín y ascender sus peldaños, olvidando que una vez fuiste un soporte de tus propios sueños.

Mucha gente piensa y algunos tienen el valor de decirme y calificar mis opiniones como intensas, por generalizar un término que pueda usar en un espacio público, pero es que aún no se dan cuenta que disfrazamos de sonrisa la rabia, la tristeza, el miedo y todas esas emociones que cuando explotan, emergen de ese volcán en forma de enfermedad, sufrimiento y muerte.

Realmente necesitamos aullar en soledad, y en el silencio de la noche, con toda la fuerza, despertar del letargo en el que estamos sumergidas, para que el desierto escuche nuestra voz del Alma pura y sencilla que emerge de las profundidades, para comunicarse directamente con el desierto que transitamos de vez en cuando… y reconocerlo como nuestro hogar, porque la función de dar vida al hombre y a la mujer emerge de nuestro propio vientre, un lugar oscuro donde se gesta la nueva vida y entonces entendemos el concepto de María Inmaculada, preñada del Espíritu Santo que guía nuestros pasos y da a luz el hijo.

“Llega allí a través de la meditación profunda, la danza, la escritura, la pintura, la oración, el canto, el estudio, la imaginación activa o cualquier otra actividad que exija una intensa alteración de la conciencia. Una mujer llega a este mundo entre los mundos a través del anhelo y la búsqueda de algo que entrevé por el rabillo del ojo. Llega por medio de actos profundamente creativos, a través de la soledad deliberada y del cultivo de cualquiera de las artes. Y, a pesar de todas estas actividades tan bien practicadas, buena parte de lo que ocurre en este mundo inefable sigue envuelta en el misterio, pues rompe todas las leyes físicas y racionales que conocemos.”
(Del Capítulo 1, El Aullido, de Mujeres que corren con los lobos de Clarissa Pinkola Estés”


Entrar en un proceso de sanación interior, exige de nosotros entrega a ese desierto, un camino quizás como el de “los 40 días en el desierto” que cuenta la biblia, guiados esta vez con el Báculo de nuestra conciencia.

La mujer integra dentro de si misma una dualidad, la creadora y la destructora de la vida, una dualidad que nos atormenta y no queremos expresar.

“Los huesos pesan lo bastante como para que se pueda hacer daño con ellos, son lo bastante afilados como para cortar la carne y, cuando son viejos y se los pellizca, tintinean como el cristal. Los huesos de los vivos están vivos, son capaces de crear por sí mismos y se renuevan constantemente. Un hueso vivo tiene una “piel” curiosamente suave y, al parecer, tiene cierta capacidad de regenerarse. E, incluso cuando es un hueso seco, se convierte en el hogar de minúsculas criaturas. Los huesos de lobo de esta historia representan el aspecto indestructible del Yo salvaje, la naturaleza instintiva, la criatura entregada a la libertad y lo intacto, es decir, aquello que jamás podrá aceptar los rigores y las exigencias de una cultura muerta o excesivamente civilizadora.” (Op. Cit)

El regreso a nuestros instintos se hace una necesidad entonces, permitirnos sentir en plenitud lo que somos, y entonces en el desierto preguntarnos
“¿Qué ha ocurrido con la voz de mi alma?
¿Cuáles son los huesos enterrados de mi vida?
¿Cuál es mi relación con el Yo instintivo?
¿Cuándo fue la última vez que corrí libremente?
¿Cómo conseguiré que la vida vuelva a cobrar vida?
¿Adónde se fue La Loba?”

2 comentarios:

  1. Zhair, te encontré por casualidad.
    Hoy decidí escribir otra vez aquel blog que desde el 2003-después de muchas peripecias- sigue ahí guardado. Creo que voy a revivir los huesos.
    Tienes el colorido que yo tb puse luego en el siguiente blog q permanace ahí sin vivificar.
    Entendí en tus comentarios, comentarios míos también. Me ayudaste a acabar de entender algo más de los huesos y te mando un abrazo sincero y tierno de amor sincero y hondo....como persona que bucea en la Mujer Salvaje y se atreve a exponerlo.

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    1. Hola Ericilla, el bloguer no me avisa si tengo comentarios y la verdad que escribo más para mi... si, sigo buceando aún... y seguir desenterrando los huesos...

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