Por Arturo Uslar Pietri
Del hacer y deshacer de Venezuela
En 1548, por la media docena de flacos pueblos que constituían la Gobernación de Venezuela, empezó a extenderse la noticia de que, en un alto valle cerca del mar, poblado por indios karacas, habían ricas minas de oro.
El nombre de Caracas resonó por primera vez en aquél vasto territorio desierto con este tintineo de oro.
No era necesario más para mover a aquellos conquistadores roídos de desesperanzas que pernoctaban en las chozas de El Tocuyo o en las Playas de Margarita.
El primero en aparecer fue Francisco Fajardo, el valiente mestizo que se presentó en la costa buscando apoyo de los parientes indígenas de su madre. Fajardo venía de oriente y del mar. Fundó en la costa el pueblo de El Collado, pasó el alto monte azul y se asomó al valle recogido y risueño, cortado por varias corrientes de agua y por un largo río. Era el Valle de Maya o del Guayre, y allí fundó una ranchería con el nombre de San Francisco.
Los indios destruyeron la ranchería de Fajardo y el valle volvió a quedar en poder de las aguas, los pájaros y los indios. Los nombres de los Caciques se parecían a los nombres de los pájaros: Guaycaipuro, Paramaconi, Sorocaima.
Guaycaipuro murió entre llamas como un ave de fuego en combate.
Otros vinieron en busca del oro, sin hallarlo y sin poder afincar en la tierra combatida. Hasta que en 1957, Don Diego de Lozada, que venía de las poblaciones de occidente pudo tomar posesión permanente del valle y repoblar la desaparecida fundación de San Francisco. Había nacido Santiago de León de Caracas. Unas cuantas chozas entre el Catuche(*) y el Caraota. Lejos al Sur, pasaban las abundantes aguas del Guayre y en las soledades agrestes del Naciente se oía el rumor del Anauco.
Plano de Caracas por Diego de Henares 1566 aprox
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