miércoles, 17 de agosto de 2016

Del hacer y deshacer de Venezuela. Arturo Urlar Pietri

Del Hacer y Deshacer de Venezuela
Arturo Uslar Pietri
Publicaciones Ateneo de Caracas
Caracas 1962

“Toda historia es el proceso de un hacer y deshacer. Se derribaron los árboles para hacer casas, se mataron animales para hacer abrigos con sus pieles, se desviaron o represaron las corrientes de agua para regar sementeras. El fuego es el gran símbolo de esa condición. Fuerza destructiva por excelencia, que el hombre convirtió en el primer instrumento de la civilización.

La acción de los hombres en el tiempo de la historia. A condición de que alguien quede para darse cuenta de lo que ha pasado. Ese darse cuenta, por su parte, es precisamente la acción de la historia sobre los hombres. Por ese darse cuenta podemos ponernos en una actitud de recibir o rechazar el pasado. De partir en guerra contra él, o de utilizarlo como instrumento de futuro. Hay una erosión del tiempo sobre los hombres. Así como el agua o el viento labran y cambian la faz de la tierra, la corriente del tiempo es un agente modelador de la acción humana. Pero también los hombres labran y condicionan el tiempo con su manera de entenderlo. La historia es también, y acaso sobre todo, el tiempo sometido a la erosión de los hombres.

Venezuela es un paisaje de la historia. Podemos verla dramáticamente en la faena de ser hecha y deshecha por sus hombres, que es también la manera en la que ella hace y deshace sus hombres.

Si uno contempla de una manera simple y superficial la difícil y oscura historia de este país, estaría tratando de decir, robando los términos de la geología, que hubo una edad neptuniana del hacer y deshacer de Venezuela, que es el tiempo de la Colonia. Por lenta sedimentación de materia se fueron constituyendo los ordenados estratos de una vida social. Después con la Independencia, vino una edad plutónica, de violentas resquebrajaduras y fallas, de explosivo choque de fuerzas, que alteró toda la estructura y el aspecto de la sociedad.

No sé lo que podrán pensar los geólogos de este símil, pero temo adivinar lo que podrían decir los historiadores. El proceso del hacer y deshacer es continuo, solo que hay etapas en que reviste formas de violencia.

En la etapa colonial están presentes todas las fuerzas y la mayor parte de las circunstancias de las que más tarde parece alimentarse la violencia. El desajuste entre los fines y los medios, entre las condiciones y los propósitos, entre lo que se pretendía ser y lo que no se quería ser. No sólo la época colonial estaba preñada de las violencias de la Independencia, sino que en ella se inicia, no ya las condiciones de la pugna futura, sino la pugna misma.

Ha sido de trabajos de la historia de Venezuela. De trabajos y de desazones. De grandes y desmesuradas esperanzas y de difíciles reajustes de la realidad. De poner en el mañana y lo lejano el objeto de la acción apasionada y fulgurante por no querer, o acaso poder, atenerse a lo presente y a lo dado.

La imagen cabal acaso sea la de aquel puñado de hombres que sale con Alfinger o con Hutten de la miserable ranchería a Coro a buscar, en una de las hazañas de energía y tenacidad más grandes del hombre, la inalcanzable ciudad de oro, del rey Dorado, cuando, con una parte mínima de ese mismo esfuerzo, hubieran podido hacer en su asiento original una ciudad habitable, y unas huertas donde los vecinos pudieran vivir y prosperar a gusto y en paz.

La larga búsqueda del Dorado termina en frustración, en desaliento y en perezosa resignación. Era como una subordinación o sacrificio de los fines inmediatos y accesibles en beneficio de los fines mediatos e inaccesibles. Cuando se tenía a mano hacer una ciudad y una huerta, se consumían todas las energías en la desesperada búsqueda del Dorado. Entre el país miserable de las rancherías y la ciudad de oro macizo, no hubo término medio.

Hay cierto paralelismo en nuestra historia entre la búsqueda del Dorado en el siglo XVI y la desesperada búsqueda de la República ideal en nuestro siglo XIX. Entre la búsqueda de la ciudad de la riqueza y la ciudad de la justicia. Fueron vidas enteras y almas enteras, las que, de espaldas a lo inmediato, se pusieron a una y otra empresa.

En ambas aparece, reveladoramente, un desacuerdo fundamental entre los fines y los medios, entre el pasado y los proyectos, entre los hombres y los ideales. Una historia de contradicción, de pugna y desasosiego entre lo que se podía y lo que se quería. Entre lo que se sacrificaba y lo que no se lograba.

El resultado ha venido a ser, generalmente un sentimiento de frustración o de fatalidad enemiga. No correspondía el fruto ni a la esperanza, ni al esfuerzo. ¿Era acaso culpa del esfuerzo o era tal vez culpa de la esperanza? Un buscar lo no alcanzable. Que ha significado muchas veces un deshacer y un desperdiciar, de ocasiones y hombres, en busca de un gran hacer que no se alcanza.

Por eso, acaso, nuestra historia está tan llena de ansiosos y de frustrados. De ansiosos que casi fatalmente se van a convertir en frustrados. Frustrado fue Alfinger y frustrado fue Hutten porque no buscaban lo que encontraron, porque lo que buscaban no era alcanzable para ellos.

Frustrado fue Las Casas con sus Caballeros de la Espuela dorada, frustrado fue Fajardo a su manera y Lope de Aguirre a la suya. Y más tarde en el siglo XIX, en grado variable y en forma diferente, no menos frustrados se van a sentir Miranda, Simón Rodríguez, Ustáriz y Bello. Por no nombrar al más grande de los desesperados hacedores: Simón Bolívar.

Más que la historia lineal de los sucesos y de los hombres, me ha interesado la trama de ese hacer y deshacer que es más, acaso, la materia del novelista que la del historiador. Lo que no significa que el historiador deba trabajar menos con la vida que el novelista.

Esto tal vez, explica por qué éste no pretende ser un libro de historia sino un conjunto de reflexiones sobre la vida venezolana, hechas en discontinuas horas, en la que se toma y se retoma el tema de la erosión del hombre y del tiempo en lo que hasta ahora hemos llamado la Historia de Venezuela. Que es acaso, el hamletiano o segismundiano tema, de no haber querido ser lo que podíamos, o de no haber podido ser lo que queríamos.

Estoy convencido de que no es una reflexión inútil. Buscar las raíces, señalar las contradicciones, observar ciertas aparentes constantes, puede ayudarnos a que, en el hoy y en el mañana, el hacer llegue a ser más que el deshacer, y lo inmediato más que lo inaccesible.

Lo que reflejan estas páginas es una dolida y reiterada preocupación de entender. Sin ella la historia no sería sino un cuento de hadas. La preocupación de entender, no de un historiador, que no pretendo serlo, sino de un hombre, que no se resigna a aceptar la historia como una fatalidad a la que hay que someterse previamente.

Caracas 18 de noviembre de 1961

(pags 1 al 10)

Nota:
Transcripción hecha para que no se nos pierda Arturo Uslar Pietri, es una reliquia de libro que me encontré abandonado en una biblioteca que nadie lee y no le dan importancia a los tesoros ocultos que allí se encuentran. Antes de devolverlo, decidí transcribirlo porque ya no lo imprimen, estuve buscándolo para comprarlo pero ya no esta disponible. Las nuevas generaciones desconocen esta literatura, ojalá volvieran a imprimirlo y ser leído en las aulas, o venderlo digitalizado. Es historia de Venezuela!

Hay una copia en la Biblioteca de la Fundación Casa Arturo Uslar Pietri, pero no lo prestan, lo debes leer allí.

Las nuevas generaciones no saben de donde venimos, lo que sale en los libros es un Tuit de lo que vivimos los que estudiamos por la "romana vieja".

Me hago cargo si alguien reclama la publicación y elminaría el post.

Zhair Marrero S.
Psicóloga, Docente, Especialidad en Pedagogía de la Paz y Pedagogía Sistémica.

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